jueves, 17 de enero de 2013

Historias del Cáucaso

Maravilloso cuento escrito por Jordi Mestre y Mr Rodríguez




Vivía en un pueblecito del Cáucaso un leñador subnormal llamado Nicolás Corraliza, infinitamente casado y felizmente pobre. Corraliza poseía tres hijos, Nicco, Tulba y el pequeño Bundesliga. Un día, Bundesliga se perdió en el bosque y a nadie le importó. Así que volvió, de modo que sigamos.
            Mamá Corraliza, a quienes todos llamaban Mamá, había conocido a Nicolás en tiempos en que ella era más pobre de lo normal, para aquellos tiempos, claro. Gracias a la unión de ambos, Mamá Corraliza fue desde entonces una pobre normal.
            Tulba, el hijo mediano de Corraliza, era menor que Nicco y mayor que Bundesliga, lo cual le valió el apodo de “Tulba el mediano”. Recuerdo cuando la familia se reunió alrededor de la mesa el día que Tulba cumplía la mayoría de edad. Como reza la tradición, el joven formulaba un deseo en voz baja pero que se oyera. Tulba no decepcionó a los suyos: “Quiero títulos”, dijo. Su padre, serio, le respondió: “Solo prometo trabajo, trabajo y trabajo”.
            Bundesliga era un niño muy fuerte no exento de técnica pero carente de buenos modales, lo cual le valió el apodo de “Bundesliga el Cerdo”.
            Nicco, en cambio, era sordo y trabajador, así que le llamaban “el centrocampista de contención” porque hacía el trabajo sordo para el lucimiento de sus hermanos. La familia entera se creía el CSKA de Moscú, de modo que en lo que a mí respecta se podrían ir a tomar por culo. En fin, el Cáucaso es así.
            Nicolás Corraliza no tenía ni pies ni cabeza así que apenas se movía de su ataúd, pero tenía un mal genio infernal, y cuando se enfadaba toda la familia corría como pollos sin cabeza, vamos, sin explotar sus calidades.
            Un día, Nicco, huyendo de la cólera de su padre, se cayó en el pajar y se rompió los ligamentos cruzados. El doctor Til, doctor Geloca Til, diagnosticó que Nicco estaría seis meses en el dique seco. Para animarle, su familia le homenajeó luciendo una camiseta que rezaba “Animo, Masa Nicco”. Para reemplazarle, Corraliza fichó a otro hijo, el veterano niño Kidiatulin, quien al conocer la cólera de Nicolas salió corriendo hacia el pajar, donde se rompió los ligamentos cruzados.
            Fue entonces cuando la psicosis se apoderó del vestuario de los Corraliza y en los siguientes días rindieron muy por debajo de lo esperado. Tocaron fondo, perdiendo los tres puntos y entraron en lo que se conoció después como la debacle del bosque.
            Finalmente Corraliza fue destituido lo cual le valió el apodo de “el destituido” y los demás estuvieron muchas jornadas riéndose de él y corriendo como pollos sin cabeza hasta que se recuperaron Nicco y Kidiatulin y por fin vieron el final del túnel, ganando la Copa del Zar y clasificándose para la desaparecida Recopa, lo que les permitió salir de la extinta Unión Soviética y venir a España, donde ganaron millones de las antiguas pesetas.