sábado, 10 de mayo de 2014

Adjetivitis

"Es un caballo polivalente y equilibrado" dice el regente de un establo hablando para la televisión. Es uno de esos programas que muestran ciudades, casas y cualquier cosa que tú no tengas- en multicolor- para hacerte soñar (¿olvidar?) en las mañanas saturninas. Y nada, vienen los anuncios, y uno, que es de natural buscacosas le arroga al yogur la categoría de "polivalente y equilibrado"y quédase el que escribe estupefacto del perfecto encaje léxico. Es un truco que vale para todo; luego vienen los detergentes, coches, tumbonas y tampones y todo podría -y debería- ser polivalente y equilibrado. Volvamos, la presentadora da un paso atrás y le pregunta sobre otros rincones del establo -del caballo ya lo sabemos todo- y le dice que la casa es "no grande, no, lo siguiente". No sé cuando ocurrió, pero al parecer alguien dispuso todos los adjetivos del castellano en un orden jerárquico inamovible, de modo que precioso y bello ya no pueden pugnar entre sí para calificar, que sé yo, un caballo, porque uno va detrás de otro: es "lo siguiente", con lo cual el equino debe solo obtener uno de los dos adjetivos si estos se parecen demasiado. Si es otra categoría, blanco por ejemplo, no hay conflicto alguno, de modo que pura sangre pueda ser "polivalente, equilibrado, rápido, blanco y súper bonito, no, lo siguiente".

Se ha estrechado tanto el abismo entre la pedantería y el lenguaje vikingo que uno no sabe ya en qué orilla puede encontrarse qué. O te lo polivantelizan todo o te hacen aquello de "fue un concierto pero guapo, guapo". ¿Qué tenemos que imaginar? ¿estuvo el cantante mejor que nunca? ¿el local estrenaba cortinas de terciopelo? ¿Acudió el ex alcalde Joan Clos al evento? Existe una variante de este fenómeno en la que no hace falta ya adjetivos, con repetir el verbo es suficiente: "Pues el tío cantaba, cantaba, cantaba".

Y los superlativos, y la prensa deportiva, y lo que se ríen de uno si dice que el primer disco de Pink Floyd es "sublime".

1 comentario: